destacada

Jubilados sanjuaninos alzaron la voz contra el ajuste

Con la Plaza 25 de Mayo como epicentro y el respaldo explícito de la CGT local, cientos de personas se movilizaron en San Juan para repudiar las políticas del gobierno nacional que, según denuncian, vulneran derechos adquiridos y golpean con crudeza a los adultos mayores. El clamor por una vejez digna se convierte en símbolo de una sociedad en estado de alerta.

La tarde del miércoles en San Juan fue testigo de una postal cada vez más frecuente, aunque no por ello menos elocuente: una multitud de jubilados, trabajadores en actividad y representantes de organizaciones sociales marchando al unísono por las calles del microcentro. La movilización, enmarcada en el reclamo nacional que se replica semanalmente en diversas provincias, encontró en la Plaza 25 de Mayo su espacio simbólico de resistencia. Pero esta vez, el peso político del acompañamiento se amplificó: la CGT sanjuanina, con su secretario general Eduardo Cabello a la cabeza, se sumó decididamente a la protesta.

Los motivos del reclamo son múltiples, pero convergen en un eje común: la creciente precarización de la vida de los jubilados bajo la gestión del presidente Javier Milei. La quita de medicamentos gratuitos, el congelamiento de haberes frente a una inflación galopante, la reforma regresiva del sistema previsional y la indiferencia oficial ante la fragilidad de este sector configuran un escenario alarmante. En palabras de Cabello, “el Estado no puede ausentarse en cuestiones tan sensibles como las jubilaciones. Cuando lo hace, deja a los más vulnerables a la intemperie”.

El gesto de la CGT de adherir a la movilización no es menor. Representa un posicionamiento explícito frente a las políticas del Ejecutivo y, al mismo tiempo, encarna una idea de continuidad generacional. “Muchos de nuestros trabajadores de hoy serán los jubilados de mañana. Defender a los mayores es también anticipar el porvenir”, expresó Cabello, dejando entrever que el compromiso no responde únicamente a un acto de solidaridad, sino a una visión política de largo plazo.

La marcha no solo canalizó el malestar de quienes ven licuado su poder adquisitivo mes a mes. También se convirtió en un espacio de catarsis colectiva ante el desmantelamiento de la industria nacional, la paralización de la obra pública, los despidos en organismos estatales y la erosión sistemática del salario real. La protesta se volvió un grito múltiple, unificadamente dirigido contra lo que muchos entienden como un modelo de exclusión institucionalizada.

La presencia masiva de jubilados —hombres y mujeres que han sostenido con décadas de labor el aparato productivo del país— sumó una dimensión ética al reclamo. No se trató simplemente de una marcha más, sino de una interpelación profunda a la conciencia social. La ausencia de respuestas concretas por parte del gobierno nacional, que opta por desentenderse del reclamo popular, no hace más que fortalecer el carácter político de la manifestación. Callar ante estas voces es, en términos morales, una forma de violencia.

La protesta también reflejó el creciente entramado entre organizaciones sociales, sindicales y sectores políticos que, más allá de sus diferencias, confluyen en un frente común ante lo que consideran una ofensiva neoliberal sin contemplaciones. Esta alianza transversal no sólo plantea resistencia, sino que perfila un horizonte de disputa discursiva frente al relato hegemónico del ajuste como única solución viable.

Tendencias

Salir de la versión móvil